Ante todo, voy a comenzar esta entrada del blog diciéndoles que, por razones de tiempo que debo dedicarle al colegio, en estos días debo reducir el número de entradas semanales en este sitio. Ello no quiere decir que vaya a abandonarlo, pero sí que, momentáneamente, debo escribir en forma más pausada.
Como se puede ver, el título de esta entrada consiste en una frase de una canción de Charly García, músico a quien admiro profundammente, titulada "Tu Vicio" (álbum "Influencia", 2002). En estas breves líneas voy a intentar describir las cosas que me ocurren personalmente (y quizás les puedan suceder a otras personas también), cuando uno se envicia con algo.
Propongo, a modo de introducción de esta compleja temática a abordar, comenzar dando una breve definición sobre lo que nos estamos refiriendo cuando hablamos de un vicio. Dicho término tiene por significación, de acuerdo con la enciclopedia virtual Wikipedia, lo siguiente: un vicio es todo aquel hábito o práctica que se considera inmoral, depravado o degradante en una sociedad. Con menos frecuencia, la palabra puede referirse también a una falta, a un defecto, a una enfermedad, o tan solo a un mal hábito.
Para el contexto en el cual me propongo el análisis del tema en cuestionamiento, la segunda parte de la definición resaltada va a resultar más interesante y conveniente. Me pregunto entonces: ¿Cuáles son nuestras faltas más profundas? ¿Cuáles son nuestros más grandes defectos? ¿Cuáles son nuestros males? Sin lugar a dudas, es difícil reconocerlo y admitirlo. Pero la pregunta fundamental aquí, y a mi criterio, es: ¿por qué nos cuesta tanto reconocer nuestros defectos, errores o males? ¿Cuáles son las causas que nos llevan a buscar la perfección total y absoluta? Fito Páez, en su canción Buena Estrella (álbum "Abre", 1999), enuncia un verso que, en mi opinión, tiene un cien por ciento de certeza: "Pero es que existe una ley: nadie es perfecto. Vos también tendrás lo tuyo, corazón".
Perfeccionarse, a mi entender, es una de las características que más busca el hombre por su naturaleza, por el hecho de querer evolucionar, avanzar, esforzarse, superarse día a día. Ahora bien: ¿hasta dónde es conveniente buscar esta perfección? Ya dijimos anteriormente que nadie es perfecto en esta vida (salvo Dios o como quieras llamarlo). Al darnos cuenta de que alcanzar la perfección es imposible (al menos en esta vida), caemos en el vicio, en el defecto, en la falla.
Lo que me pasaba en un principio era relacionar la palabra "vicio" con las drogas, el alcohol y las enfermedades. No me pregunten por qué, ya que no creo que pueda dar una respuesta precisa. Pero me doy cuenta de que un vicio no precisamente debe estar relacionado con los temas ya mencionados. Uno puede tener cualquier tipo de vicio, en el ámbito que sea, del carácter que sea. Reconozco que, en mi caso, uno de ellos es el ser total y completamente organizado y estructurado en algunos aspectos de mi vida. Si bien creo que en este último tiempo estuve trabajando y mejorando considerablemente esta temática, todavía me quedan algunas secuelas de la organización, la rutina, la perfección, que llevo a cuestas.
Creo que la rutina es el peor vicio que uno puede tener. ¿Qué puede ser más tortuoso para un ser humano que tener que hacer todo en un mismo horario, siguiendo un cronograma, obedeciendo un determinado orden? Darse un deslíz es más que importante, le hace bien a todo el cuerpo y al cerebro. Pero el despejarse un poco no significa un despliegue permanente. Hay aspectos rutinarios que hay que cumplir a rajatabla por el solo hecho de compartir nuestra vida con el resto de la sociedad. Para ser más claro en este punto, les propongo imaginarse qué ocurriría si decido dejar de bañarme para realizar un cambio en mi rutina. ¿Cómo reaccionarían aquellos que viven conmigo?
El vicio y la rutina tienen, a mi entender, una desgracia fundamental para el hombre: el encierro, el alejamiento, la negación a lo diferente. Seguir adelante en forma diaria una rutina determinada, hacerse adicto a lo que fuere, no salir de ello, no permitirse un cambio, lleva a que uno se niegue a cambiar la realidad en la que vive. Imagínense el nacimiento de un nuevo ser, en donde la mínima alteración de uno de los cuarenta y seis cromosomas altere totalmente el proceso de gestación. Con la vida humana ocurre lo mismo: una alteración mínima de la rutina conlleva a cambios de carácter (desde una perspectiva negativa), como ser la negación, el encierro, el no dejarse ayudar, el alejamiento. Ya lo dijo Miguel Cantilo en su popular grupo "Pedro y Pablo": "Guarda con la rutina, que es una enfermedad. Guarda con la rutina, te vas a contagiar".
Para concluir, y volviendo a citar una frase de Pedro y Pablo: "Renovarse está bien" (también tomada de la canción "Guarda con la rutina"). La desviación de la rutina, la alegría, la felicidad, la diversión, son factores que pueden contribuir positivamente hacia una vida más sana, saludable, disfrutable y digna de ser vivida. Para terminar, una pregunta para que todos meditemos: ¿debemos ver a la rutina como amiga o como enemiga? Creo que las respuestas son absolutamente múltiples. Pero, por favor, tomen esta entrada tan solo como un consejo o advertencia para la vida, y no piensen que mi objetivo es hacerles cambiar de parecer. Porque ese no es ni va a ser mi objetivo aquí...
Muchas gracias.
Blog utilizado con la finalidad de publicar notas que sean de interés, dirigido a todo aquel que quiera leerlo.
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viernes, 12 de agosto de 2011
miércoles, 3 de agosto de 2011
CON EL PASAR DE LOS AÑOS...
Uno de los tantos temas que suele aterrar a algunas personas es el del paso de los años, las enfermedades, los dolores corporales, los malestares, entre tantos otros que conformarían esta lista. Sin embargo, y en mi modesta opinión, no hay por qué preocuparse a la hora de envejecer. Entre paréntesis, queda claro que no hay una hora exacta para envejecer, sino que cada persona lo hace a su ritmo, ya que hablamos de un proceso de envejecimiento, y no de un horario exacto para envejecer.
El debate que se plantea en el día de hoy es el siguiente: ¿es malo envejecer? ¿Por qué el miedo a la tercera edad o a la muerte? ¿Por qué algunas personas presentan cierto desprecio y/o negación hacia la vejez? Todas estas son preguntas de las cuales no tengo una respuesta exacta para dar en este momento. Lo que puedo hacer humildemente es tratar de formular a continuación una respuesta que englobe todas estas temáticas y llegar a una conclusión al final del presente artículo.
Personalmente, considero que la vejez es una de las tantas etapas que tiene la vida, y que a su vez tiene un momento para llegar. Pero el error fundamental está en pensar que la vejez lleva inmediatamente al final de la vida, y que si una persona tiene cumplida una determinada edad su vida se terminó y ya no tiene más nada que hacer. Manifestándome en contra de todo esto, quiero decir que la vejez no siempre marca el final, sino que puede llegar a delimitar el comienzo de diversas etapas y situaciones que la vida nos tiene reservadas. (¿Recuerdan cuando, en la entrada de este blog titulada “El Futuro”, se hablaba de que la vida tiene sorpresas para nosotros en cualquier momento, y que no es posible programarla totalmente?) Quizás sea durante la tercera edad el momento en que la vida da un click, un giro de ciento ochenta grados, y quizás sea ese el momento de comenzar con el cumplimiento de los proyectos que habían quedado pendientes.
Otro aspecto a destacar es que no debe confundirse vejéz con quietud absoluta. ¿Dónde está la ley que obligue a los adultos mayores a permanecer en sus respectivas casas, sin tener la posibilidad de salir de ellas ni siquiera por un breve instante? Quiero dejar en claro que la vejez es una etapa que puede ser vivida, disfrutada, asimilada postiva y alegremente. No hay necesidad de privación, encierro, prohibición de salidas de ningún tipo.
¿Miedos? Sí, sin ninguna duda los miedos pueden hacerse presentes durante esta etapa de la vida. Y no es malo que aparezcan. Pero esta situación se tornaría peor si uno se deja consumir por dichos miedos, y pasa a vivir con ellos constantemente, privándose de cosas buenas por su presencia. Si hay un desafío a vencer durante este ciclo de la vida humana es el de los miedos, los temores, las negaciones, etcétera. Es necesario abrirse, dejar los miedos de lado, tener ganas de vivir. Se debe valorar lo que uno tiene, lo que uno logró en la vida, las posibilidades que ha tenido, los objetivos que se han alcanzado. ¿Quién dice que la vejez es la etapa en la cual hay que abandonar todo tipo de ideal, sueño o proyecto a realizar? Nunca hay un momento definido para ello.
Además, y en el caso de que sea necesario la ingestión de medicamentos para reforzar la salud de la persona, el consejo que puedo dar al respecto consiste en tomarlos como un instrumento de ayuda, no de destrucción. Con esto me refiero a tomar la medicación sabiendo controlar las dosis implementadas, con los consejos de un experto en la temática, pero no pasar a un primer plano en la vida a los medicamentos, las enfermedades, las heridas y los episodios negativos que, sin duda, se viven en esta vida y pueden ser sumamente fuertes y dolorosos. No hay medicación más buena que el amor y el afecto que los amigos, familiares y allegados pueden brindar. Y esa medicina no puede adquirirse en ninguna farmacia de este mundo.
Que hay obstáculos, por supuesto que sí. Esta vida de por sí los plantea y es necesario (por no decir urgente u obligatorio) aprender a convivir con ellos. Uno de estos obstáculos puede ser una enfermedad. Frente a esta situación, considero de vital importancia mantener siempre presente el mayor optimismo posible. Pensar en todo momento que la enfermedad se va a poder superar. Que no va a estar para siempre con nosotros. Si nos toca padecerla, bienvenida sea, por algo será. Y ese algo puede tomar un valor positivo si uno lo reflexiona. Reflexiona sobre su pasado, sus actitudes, sus proyectos, sus ambiciones, sus vicios, sus puntos débiles, entre otros aspectos. Quizás la enfermedad ayude a cambiarlos, a mejorarlos, a implementar nuevas actitudes que nunca (o casi nunca) estuvieron presentes.
La buena actitud es un factor fundamental. El creer que se puede seguir para adelante, el no encerrarse en los defectos de uno mismo, el dejarse ayudar y aconsejar, el tener en cuenta a los amigos que siempre estuvieron presentes, a los familiares, a los seres que uno más quiere. Ellos pueden resultar un elemento fundamental para que la persona que envejece quiera seguir viviendo todavía una vida plena, llena de contenido y cualidades humanas para dar.
Como ven, los motivos para seguir viviendo pueden ser varios y variados. ¿Quién dijo que la hora de ponerle punto final a la vida ha llegado?
martes, 2 de agosto de 2011
MÚLTIPLES MANERAS DE HABLAR
Puede resultar extraño que la pregunta formulada en el título haya sido formulada por mí, ya que reconozco que soy una persona a la cual le encanta hablar constantemente. De hecho, y dada la profesión de periodista que pienso alcanzar, la voz es un instrumento vital para emplear.
Pero, pensemos por un instante en las millones de palabras que dice una persona en un lapso de veinticuatro horas. ¿Cuántas serán? Muchísimas, sin dudas. Pero de todas ellas, a veces obtenemos beneficios y otras veces podemos obtener disgustos, por no emplear las palabras adecuadas en el momento oportuno. ¿A quién no le ha sucedido el decir una palabra, una frase, una oración desafortunada en alguna oportunidad? Me ha sucedido algunas veces y admito que me he sentido avergonzado.
Pero no todo debe ser tan negativo. El juego no estaría en dejar de hablar por temor, miedo o vergüenza, sino que el desafío principal consiste en saber medir las palabras y expresiones que utilizamos. Y aquí surge un tema muy interesante para la discusión: ¿los seres humanos hablamos únicamente empleando palabras? Evidentemente hay muchísimas otras formas de transmitir un mensaje a alguien, ya sea mediante gestos faciales, muecas, utilizando las manos, utilizando objetos, y hoy más que nunca, a través del uso de la tecnología.
Y aquí surge otro tema interesante para debatir: ¿hasta dónde es posible utilizar a tecnología para transmitir mensajes? O más concreto aún: ¿cuáles son las mejores y más convenientes maneras de utilizar la tecnología para comunicarnos? En la actualidad puede afirmarse que, si hay algo que no falta en este mundo en el que vivimos, son formas de comunicación. Las mismas han ido presentando (y lo seguirán haciendo a futuro) diversos y variados avances, desde la creación del teléfono de Alexander Graham Bell (que fue quien lo patentó por primera vez) y Elisha Gray, en el año 1876, hasta las tan populares redes sociales que hoy en día invaden nuestras computadoras.
No puedo dejar de mencionar a los populares mensajes de texto o el MSN Messenger, que fueron mis primeras experiencias de comunicación a través de la computadora en un tiempo no muy lejano del pasado (si no me equivoco surgieron alrededor del 2005, aproximadamente). A posteriori surgió una nueva forma de comunicarse con contactos, a través de una suerte de teléfono virtual que se denomina Skype, el cual lo llamo así porque permite realizar llamadas telefónicas de forma gratuita a los contactos que uno desee.
Existen, además de las ya mencionadas, muchísimas otras maneras de mantenernos comunicados con los demás.
Pero el punto en el que quiero volver a hacer hincapié es: ¿realizamos un buen y coherente uso de la comunicación? ¿Qué papel juega la tecnología en este sentido?
Propongo analizar a continuación algunas de las ventajas y desventajas que estas nuevas invenciones han traído a nuestras vidas: en primer lugar, un beneficio puede ser el acortamiento de las distancias. Utilizando la tecnología uno tiene la posibilidad de comunicarse con cualquier parte del mundo, sin importar las distancias que separan a quienes se están comunicando. Yendo específicamente al uso del Skype, lo que le puedo rescatar a este teléfono virtual es que uno tiene la posibilidad de escuchar y ver (si es que los usuarios poseen cámaras web) a la persona con quien mantiene un diálogo a través de este medio. Eso genera la ventaja de tener un diálogo directo, cara a cara entre las personas, teniendo la certeza de que son realmente ellas porque cada uno conoce la voz de quien se está comunicando.
Pero las redes sociales tienen justamente estas desventajas. Y sobre esto voy a hablar más específicamente sobre mis experiencias utilizando la red social Facebook, ya que si bien poseo una cuenta en Twitter, todavía no termino de comprender del todo su funcionamiento. Creo que Facebook tiene la enorme ventaja también de poder comunicarnos con otras personas de manera eficaz, contando incluso con un chat para poder conversar con los diferentes contactos, o un muro en donde publicar mensajes. Pero la principal desventaja que creo que esta red social tiene, y hablo por experiencia propia, es la de los famosos “hackeos”: ¿cómo es posible saber con certeza que la persona con la que me estoy comunicando es realmente esa persona? No hay una voz que lo pueda comprobar. De todas formas, no dejo de reconocer que Facebook es una de las primeras redes sociales que se instalaron, y se ha hecho muy popular a lo largo de estos últimos años, permitiendo el surgimiento de variadas novedades a nivel comunicativo.
Twitter, de acuerdo a lo que he podido manejar hasta el momento, también permite el envío de mensajes. El tema de los hackeos también se hace presente, pero no deja de ser otra de las tantas redes sociales más populares. Creo que, en este mundo tan tecnológico en el que nos encontramos, hay que probar todos (o la mayoría) de formas de comunicación que tenemos.
Todavía siguen existiendo el MSN y los mensajes de texto, con sus abreviaturas, frases y formas de envío que me costó dominar en un principio, pero que hoy puedo entender con mayor profundidad.
Ya han venido también los Ipods, Ipads, SmartrPhones, Iphones y demás celulares que vienen, incluso, con agendas, reproductores de video y música, acceso a Internet, juegos incluidos, entre otras aplicaciones.
Pero nunca hay que olvidar la forma más primitiva que tenemos los seres humanos para establecer comunicación: el diálogo, la charla, la pronunciación de palabras. Y aquí puedo notar una ventaja enorme: éstas van a estar presente siempre en el ser humano, desde su nacimiento hasta su muerte.
Veremos con qué nos siguen sorprendiendo a futuro la comunicación y la tecnología. ¿Un consejo? ¡A no quedarse atrás!
lunes, 1 de agosto de 2011
EL FUTURO
Debo confesar que siempre trato de verme a mí mismo en el futuro y pensar en lo que éste me depara. Cuando era más chico soñaba con seguir los pasos de mis padres, y me imaginaba lo que sería vivir en mi propia casa, manejar mi propio auto, comprar la ropa que más me guste. En definitiva, me imaginaba viviendo total y absolutamente a mi manera.
Hoy, a mis casi diecinueve años de edad y a su vez estando a punto de vivir varios y variados cambios que, sin lugar a dudas, cambiarán mi vida por completo, el futuro es uno de los tantos temas que no escapa a mis pensamientos y que día a día va cobrando un lugar cada vez más grande en ellos.
La gran diferencia, o mejor dicho en plural, las grandes diferencias que encuentro entre los pensamientos que elaboraba en mi infancia y los de la actualidad pueden deberse a que los primeros se gestaron en una etapa de mi vida en la cual mi experiencia vital había sido no completamente nula, pero sí con muy pocas experiencias vividas que están empezando a manifestarse en este momento y que seguirán apareciendo más adelante. Pero hoy, mis sueños y pensamientos en esta etapa adolescente van más encaminados a alcanzar metas que son relativamente realizables, alcanzables, más “factibles”, por darle alguna denominación. De todas maneras, no puedo dejar de reconocer que, aún hoy, tengo algunos objetivos que se remontan a mi niñez y que siguen dando vueltas en mi cabeza.
Todos mis familiares insisten con que la adolescencia es una de las etapas más lindas en la vida del ser humano. Y yo no lo niego, porque me encuentro viviendo dicha etapa y creo que la misma enseña, marca, deja puesta una o varias huellas que van a permanecer con uno de por vida. Lo que sí tengo en claro es que esta parte de la vida tiene la particularidad de encontrarse repleta de cambios para experimentar, decisiones para tomar, problemas para resolver, proyectos por pensar y alcanzar, una gran diversidad de caminos por elegir y transitar, entre otras muchas propuestas que esta vida tiene para nosotros.
Puedo decir que la adolescencia es, además de todo lo ya planteado, una etapa llena de ideales que van surgiendo. Ideales que pueden ser fijos o pueden irse modificando, o incluso pueden ser reemplazados por otros, a medida que va pasando el tiempo. Los ideales pueden persistir o pueden cambiar. E insisto con el importante valor que debe adjudicarse a la palabra “cambio” en esta etapa. Me ha tocado vivir muchos de ellos, y uno puede pensar que son malos y que quieren perjudicar. Pero a la larga, y personalmente hablando, todos ellos pueden hacer bien. Por algo suceden las cosas. Lo que ocurre es que uno no tiene el control de su vida en sus propias manos para controlarla y programar lo que quiere que ocurra en ella día a día.
Y esto es lo que considero que significa “vivir la vida”, o dicho aún mejor, dejarse sorprender por ella y vivir lo que Dios (o como más te guste llamarlo) quiere para nosotros.
Imagínense por un momento lo que ocurriría si uno nace sabiendo de antemano todo lo que le depara la vida, con la fecha de su propia muerte incluida. Si el panorama estuviese planteado de esta manera, creo que no sería completamente feliz. No me haría bien contar los días de mi vida, saber que tengo un plazo definido en este mundo. ¡Y eso que me considero una persona muy organizada en varios aspectos! Pero a lo largo de todo este tiempo fui aprendiendo que, por más organización y planificación que uno le quiera dar a su vida (lo cual no considero que sea algo malo, salvo en el caso de sobrepasar los límites razonables), ésta siempre tiene para nosotros un haz bajo la manga: siempre debemos estar atentos y dispuestos a que nos sorprenda, nos deslumbre, nos deje sin palabras. Y no creo que haya, ni hoy ni en un futuro, ningún tipo de ley que pueda regular el manejo de la propia vida.
Por todo esto es que hoy, como adolescente que soy, creo que una de las tantas invitaciones que tenemos todos en esta vida es la de dejarnos vivir por ella. Dejarnos que ella nos conduzca, que ella nos diga qué camino seguir. Lo importante es estar siempre alertas y atentos para escucharla y no dejar que se nos pase de largo. Frente a esta situación de incapacidad para saber con certeza lo que va a venir, hay una sola cosa que puedo decirle al futuro que golpea mi puerta. Y es un gran “¡Allá voy!”
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