Uno de los tantos temas que suele aterrar a algunas personas es el del paso de los años, las enfermedades, los dolores corporales, los malestares, entre tantos otros que conformarían esta lista. Sin embargo, y en mi modesta opinión, no hay por qué preocuparse a la hora de envejecer. Entre paréntesis, queda claro que no hay una hora exacta para envejecer, sino que cada persona lo hace a su ritmo, ya que hablamos de un proceso de envejecimiento, y no de un horario exacto para envejecer.
El debate que se plantea en el día de hoy es el siguiente: ¿es malo envejecer? ¿Por qué el miedo a la tercera edad o a la muerte? ¿Por qué algunas personas presentan cierto desprecio y/o negación hacia la vejez? Todas estas son preguntas de las cuales no tengo una respuesta exacta para dar en este momento. Lo que puedo hacer humildemente es tratar de formular a continuación una respuesta que englobe todas estas temáticas y llegar a una conclusión al final del presente artículo.
Personalmente, considero que la vejez es una de las tantas etapas que tiene la vida, y que a su vez tiene un momento para llegar. Pero el error fundamental está en pensar que la vejez lleva inmediatamente al final de la vida, y que si una persona tiene cumplida una determinada edad su vida se terminó y ya no tiene más nada que hacer. Manifestándome en contra de todo esto, quiero decir que la vejez no siempre marca el final, sino que puede llegar a delimitar el comienzo de diversas etapas y situaciones que la vida nos tiene reservadas. (¿Recuerdan cuando, en la entrada de este blog titulada “El Futuro”, se hablaba de que la vida tiene sorpresas para nosotros en cualquier momento, y que no es posible programarla totalmente?) Quizás sea durante la tercera edad el momento en que la vida da un click, un giro de ciento ochenta grados, y quizás sea ese el momento de comenzar con el cumplimiento de los proyectos que habían quedado pendientes.
Otro aspecto a destacar es que no debe confundirse vejéz con quietud absoluta. ¿Dónde está la ley que obligue a los adultos mayores a permanecer en sus respectivas casas, sin tener la posibilidad de salir de ellas ni siquiera por un breve instante? Quiero dejar en claro que la vejez es una etapa que puede ser vivida, disfrutada, asimilada postiva y alegremente. No hay necesidad de privación, encierro, prohibición de salidas de ningún tipo.
¿Miedos? Sí, sin ninguna duda los miedos pueden hacerse presentes durante esta etapa de la vida. Y no es malo que aparezcan. Pero esta situación se tornaría peor si uno se deja consumir por dichos miedos, y pasa a vivir con ellos constantemente, privándose de cosas buenas por su presencia. Si hay un desafío a vencer durante este ciclo de la vida humana es el de los miedos, los temores, las negaciones, etcétera. Es necesario abrirse, dejar los miedos de lado, tener ganas de vivir. Se debe valorar lo que uno tiene, lo que uno logró en la vida, las posibilidades que ha tenido, los objetivos que se han alcanzado. ¿Quién dice que la vejez es la etapa en la cual hay que abandonar todo tipo de ideal, sueño o proyecto a realizar? Nunca hay un momento definido para ello.
Además, y en el caso de que sea necesario la ingestión de medicamentos para reforzar la salud de la persona, el consejo que puedo dar al respecto consiste en tomarlos como un instrumento de ayuda, no de destrucción. Con esto me refiero a tomar la medicación sabiendo controlar las dosis implementadas, con los consejos de un experto en la temática, pero no pasar a un primer plano en la vida a los medicamentos, las enfermedades, las heridas y los episodios negativos que, sin duda, se viven en esta vida y pueden ser sumamente fuertes y dolorosos. No hay medicación más buena que el amor y el afecto que los amigos, familiares y allegados pueden brindar. Y esa medicina no puede adquirirse en ninguna farmacia de este mundo.
Que hay obstáculos, por supuesto que sí. Esta vida de por sí los plantea y es necesario (por no decir urgente u obligatorio) aprender a convivir con ellos. Uno de estos obstáculos puede ser una enfermedad. Frente a esta situación, considero de vital importancia mantener siempre presente el mayor optimismo posible. Pensar en todo momento que la enfermedad se va a poder superar. Que no va a estar para siempre con nosotros. Si nos toca padecerla, bienvenida sea, por algo será. Y ese algo puede tomar un valor positivo si uno lo reflexiona. Reflexiona sobre su pasado, sus actitudes, sus proyectos, sus ambiciones, sus vicios, sus puntos débiles, entre otros aspectos. Quizás la enfermedad ayude a cambiarlos, a mejorarlos, a implementar nuevas actitudes que nunca (o casi nunca) estuvieron presentes.
La buena actitud es un factor fundamental. El creer que se puede seguir para adelante, el no encerrarse en los defectos de uno mismo, el dejarse ayudar y aconsejar, el tener en cuenta a los amigos que siempre estuvieron presentes, a los familiares, a los seres que uno más quiere. Ellos pueden resultar un elemento fundamental para que la persona que envejece quiera seguir viviendo todavía una vida plena, llena de contenido y cualidades humanas para dar.
Como ven, los motivos para seguir viviendo pueden ser varios y variados. ¿Quién dijo que la hora de ponerle punto final a la vida ha llegado?


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